La frontera con Belice es uno más de los lugares por los que pasa
mercancía apócrifa a México. Un protagonista cuenta a MILENIO la
mecánica.
Milenio Diarios, 6 de septiembre de 2001.
Víctor Hugo Michel • Belice.
En Chetumal el contrabando de cigarrillos desarrolló sus propios métodos para evitar la detección. “Tenemos muchos halconcitos que nos dan el pitazo cuando ven un operativo. Son chavos de 17 años que nos avisaban por radio si hay gente de aduanas”, asegura Yair. “En esto todos estábamos muy bien organizados”.
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Foto: Jesús Quintanar |
Las barcas se hacen al río al caer la noche, cuando prácticamente es imposible detectarlas en medio de la selva y la oscuridad. La orden estricta es remar en silencio y sólo sonar la alarma cuando los halconcitos detectan el riesgo de una redada por parte de los oficiales de aduanas. Pero de todas formas no hay muchas probabilidades de que se les capture: la presencia de policías y militares en ambos lados de la frontera es casi nula.
Por la mañana, si es que por casualidad patrulla la zona, la policía encontrará sólo algunos restos de lo ocurrido. Principalmente bolsas de plástico negro utilizadas para cubrir la mercancía que pasa ilegalmente de un lado a otro, de Belice a Quintana Roo y de ahí al resto de México, por uno de los corredores de contrabando más socorridos de todo el país.
“Cargamos los cayucos (canoas) y cubrimos las cajetillas con plástico para que no se nos mojen los paquetes”, cuenta Yair, un contrabandista de tabaco que hasta hace poco hacía corridas nocturnas a través del río Hondo con cigarrillos ilegales, en especial marcas asiáticas que en México se consumen cada vez con mayor frecuencia. “Cruzar es fácil. No toma más de 10 minutos si está bien planeado.”
Por la mañana, si es que por casualidad patrulla la zona, la policía encontrará sólo algunos restos de lo ocurrido. Principalmente bolsas de plástico negro utilizadas para cubrir la mercancía que pasa ilegalmente de un lado a otro, de Belice a Quintana Roo y de ahí al resto de México, por uno de los corredores de contrabando más socorridos de todo el país.
“Cargamos los cayucos (canoas) y cubrimos las cajetillas con plástico para que no se nos mojen los paquetes”, cuenta Yair, un contrabandista de tabaco que hasta hace poco hacía corridas nocturnas a través del río Hondo con cigarrillos ilegales, en especial marcas asiáticas que en México se consumen cada vez con mayor frecuencia. “Cruzar es fácil. No toma más de 10 minutos si está bien planeado.”