Jul-06-11 - por Rosendo Fraga
En junio de este año los ocho países con costa sobre el Océano Ártico
dieron un paso importante para dividirse el subsuelo de dicho océano.
Encabezados por EEUU y Rusia -las dos potencias militares más
importantes del mundo-, Canadá, Dinamarca -junto con Groenlandia-,
Noruega, Islandia, Finlandia y Suecia firmaron un acuerdo por el cual se
repartieron la responsabilidad de las investigaciones científicas y los
rescates aéreos y marítimos sobre una región marítima de 16.500.000
kilómetros cuadrados.
Pero se trata de un paso que tiene una clara dirección: dividirse la
explotación de gas, petróleo y minerales en el fondo del Ártico, donde
el Servicio Geológico de los EEUU estima está el 20% del crudo y las
reservas de gas del mundo recuperables y no descubiertos del mundo.
Esto sucede después que en enero Rusia firmó un acuerdo con la empresa
británica BP,- a quien se ha complicado explorar en las costas de EEUU
tras el desastre del Golfo de México,- un convenio de exploración en el
Ártico. Al mes siguiente, Shell propuso un convenio de exploración
frente a la costa ártica de Alaska. Noruega, que el año pasado resolvió
un conflicto de límites con Rusia, se apresta a abrir áreas de
exploración en su costa sobre el Ártico y Groenlandia está haciendo otro
tanto.
Estos ocho países integran desde 1996 el llamado Consejo del Ártico, que
admitió incluir como observadores en el pasado a China, Japón, Italia,
Corea del Sur y la Comisión Europea. Los observadores no comparten la
decisión adoptada por el Consejo (que comienza a convalidar las
pretensiones de soberanía sobre el subsuelo de este Océano), acerca de
que quienes no tienen costa sobre el mismo preferirían verlo bajo un
régimen internacional al igual que las organizaciones que protegen el
medio ambiente.
Al mismo tiempo, escala la tensión entre China y Vietnam por los límites
marítimos en el Mar del Sur chino. La marina vietnamita
realizó ejercicios navales con fuego real, al mismo tiempo que dio
señales de acercarse tanto a EEUU como Rusia, las dos potencias con
capacidad estratégica de condicionar a la potencia asiática.
Ante la reunión anual de diálogo estratégico entre Washington y Pekín
que se realizó el 25 de junio en Hawai, la diplomacia china advirtió a
la estadounidense que no se involucre en un conflicto que es de su área
de influencia.
Vietnam reclama su soberanía total sobre este mar y ha acusado a China
de hostigar en forma agresiva a los buques vietnamitas que realizan
prospección petrolífera.
Uno de los temas que se discutirán en la reunión es la influencia que
ambas potencias están ejerciendo sobre ocho islas del Pacífico
reconocidas internacionalmente como estados nacionales, entre las que se
cuentan Samoa, Tonga, Islas Salomon y Papua Nueva Guinea. Entre 2009 y
2010 China aumentó en 50% su comercio con estas islas-estados.
China reclama la soberanía sobre casi todo el mar que está a su sur,
incluidas todas las islas Spratly, muy disputadas por los países
ribereños de este mar, y habiendo ocupado en 1974 las islas Paracel
previa expulsión de Vietnam, que en este momento estaba en guerra con
los EEUU.
Pero no se trata del único conflicto por la soberanía del Mar del Sur de
China. Filipinas ocupa ocho de las islas Spratly reclamadas por China
en base a la ZEE (Zona Económica Exclusiva, bajo la Ley del Mar de la
UN, siendo la zona marítima sobre la cual un país tiene derechos de
exploración, explotación y uso de los recursos marítimos).
Malasia, por su parte, plantea reclamos limitados a la plataforma
continental y de ZEE, reclamando tres de las islas Spratly. Ha
construido un hotel en una y está elevando la tierra en otra para
realizar diversas obras. Brunei tiene también reclamos de ZEE sobre este
Mar.
A su vez Taiwán, basado en registros históricos de siglos atrás, reclama
la mayor parte del Mar del Sur de China incluidas las islas Spratly,
confrontando con la pretensión de la potencia asiática.
No son conflictos nuevos, pero se han reactivado ahora por la sencilla
razón de que la explotación de los recursos naturales tanto del mar como
su subsuelo adquieren creciente importancia económica y viabilidad
técnica.
En América Latina hay varios conflictos de límites marítimos.Tal es el caso del planteado entre Chile y Perú, derivado de la Guerra
del Pacífico librada a fines del siglo XIX. En el Mar del Caribe también
comienzan a reactivarse conflictos de este tipo entre varios países
En paralelo, el conflicto por las islas Malvinas ha adquirido una nueva
dimensión. El reclamo de Argentina por la soberanía de estas islas hoy
no sólo tiene importancia por la explotación de hidrocarburos en el
subsuelo marítimo que se ha comenzado a explorar, sino por la proyección
sobre la soberanía de la Antártida.
A partir de la presencia británica en estas islas, el Reino Unido
reclama soberanía sobre un amplio espacio de la plataforma marítima
sobre la Antártida, superponiendo su reclamo con el espacio soberano de
Argentina y en gran parte también del chileno.
Si bien hay un tratado que internacionaliza la Antártida por varias
décadas, lo que está sucediendo en el Ártico indica que los recursos
naturales de ella pueden adquirir una gran importancia económica en el
largo plazo.
En el continente americano se ha comenzado a tomar conciencia de ello.
No sólo la Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR) ha profundizado el
apoyo al reclamo argentino, sino que se han sumado los países del Caribe
de habla inglesa, lo que era impensable hasta un par de años atrás por
su pertenencia a la Commonwealth.
Durante la última reunión del Consejo de Defensa de UNASUR, el Ministro
de Defensa de Brasil (Jobim) al ser preguntado por el apoyo de su país
al reclamo argentino de soberanía en Malvinas, explicó que alcanzaba
también a las islas Sandwich y Georgias, que están al este de Malvinas y
desde las cuales el Reino Unido ha ampliado su reclamo de plataforma
submarina y sobre la Antártida.
En conclusión, a medida que los recursos naturales adquieren importancia
estratégica y el precio de las materias primas aumenta, los reclamos de
soberanía sobre el mar y su subsuelo se intensifican y en consecuencia
los conflictos entre estados derivados de ellos.